A
CABALLO
Va a resultar
que el continente con mayor seguridad alimentaria derivada de aquel episodio de
las vacas locas, que más que locas parecían ebrias por la Encefalopatía
Espongiforme Bobina (EEB) que les había agujereado el cerebro; el continente que
pudo detener la amenaza de la gripe aviar; el campeón de la trazabilidad de los
alimentos; el enemigo de la comida rápida al estilo norteamericano se ha visto
invadido por una epidemia de carne de caballo y como la primavera que cantaba
Luis Mariano, “ha venido y nadie sabe cómo ha sido”.
Nos quieren
hacer creer que fue un cúmulo de errores el que ha llevado a veinte naciones,
diecinueve europeas, a detectar primero trazas, después ADN equino y al final
carne de caballo sin paliativos. La que nos hemos comido creyendo que era carne
de vaca en las pastas frescas de los supermercados, en las lasañas, en las
empanadillas, en las hamburguesas e incluso en las albóndigas de IKEA. ¿Cuánta
carne equina no habremos comido a base de albondiguillas suecas?
Se puede tener la impresión de que la elefantiásica administración que se ha generado por adición en las comunidades europeas (8.200 millones de euros anuales) y se solaza con la creación de normas y directivas comunitarias muchas de ellas peregrinas ha sido pillada en flagrante delito de inutilidad.
En su
desternillante ensayo “El gentil monstruo
de Bruselas o Europa bajo tutela” (Anagrama 2012), el poeta y ensayista
alemán Hans Magnus Enzensberger, realiza una acerada revisión de la burocracia
europea en apenas un centenar de páginas. Recuerda, por ejemplo, el reglamento
sobre los pepinos de 1988 en el que se establece que la categoría “extra” de
dicha hortaliza “sólo puede comercializarse si su curvatura no supera los diez
milímetros sobre una longitud de diez centímetros” O el reglamento que
establece que los puerros de categoría I “al menos un tercio de su longitud
total o la mitad de su parte envuelta deberá presentar una coloración entre
blanca y blanca verdosa” Y lo mismo con los plátanos, las manzanas e incluso
los condones ante los que la Comisión, según Enzensberger, se mostró
comprensiva tras establecer los requisitos de de su dimensión mínima: “la
longitud de 16 centímetros no es obligatoria; sólo se recomienda” ¿Se imaginan
una mesa de juntas de la Comisión Europea rebosante de frutas, hortalizas,
condones y aparatos de medición para determinar tamaños, curvaturas y texturas?
Es
extremadamente probable que las mismas reuniones que se tuvieron con hortalizas
y preservativos se hayan tenido con la leche, los huevos, la carne y los
pescados. Y con la normativa, las cautelas, las investigaciones, la policía
para asegurarse de su cumplimiento. Y sin embargo, la carne de caballo ha
inundado los mercados en una clara muestra de que la corrupción se abre paso en
toda Europa como el agua de los torrentes, sin obstáculos que la detengan.
Te sigo y leo con gusto. Un cordial abrazo de un colega revenido.
ResponderEliminarGracias, Lazarillo. Me gustaría conocer la identidad del colega revenido. QWuizás podríamos conectarnos a través de facebook,que por cierto me da un poco de calambre. cordiales saludos
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