LA CANCIÓN DE LA TIERRA
No nos dejan
en paz ni se conceden un minuto de silencio para permitirnos escuchar en calma
la canción de la Tierra. Pareciera que a nuestros políticos les hubiera atacado
el virus del ensimismamiento para dedicarse sólo a sí mismos. Basta con que a unos les obliguen a despelotarse
para que inmediatamente hagan de la necesidad virtud y obliguen a los demás a
seguir la senda del nudismo con argumentos peregrinos de patio de colegio. Es
suficiente con que pillen a unos en flagrante corrupción para que salgan
esparciendo miserias, como si la podredumbre colectiva justificara sus dineros
mal habidos o sus espionajes o sus ingresos de cantidades indecentes en
momentos en que cinco o seis millones de parados se ven obligados a rozar la
legalidad cuando no a transgredirla para poder llegar al lunes siguiente.
Millones de trabajadores descansan al sol no los lunes ni los martes sino
semanas enteras, calentándose el caletre en busca de unas migajas de futuro,
mientras asisten al obsceno espectáculo de una casta echándose encima sus nóminas
en bruto o en neto, en A o en B.
Tampoco los
medios de comunicación nos dan un descanso. Monotemáticos, cada uno arrambla
para su opción política, y cuando alguno acosa demasiado al partido con el que
simpatiza se apresura a buscar porquería en los otros, que nunca falta, para
compensar las acusaciones y generando una situación éticamente insostenible.
Pareciera que el país se encontrara de nuevo en una guerra de banderías,
cavando trincheras para las batallas por venir. O sumergido en un reality de tele
basura en el que connotados tertulianos deben de gritar para seguir cobrando de
los canales de televisión o donde sensatos comunicadores terminan llamando a un político “Tonto
rematado” en el fragor del debate. Y sí, es cierto que el político ese es tonto de
remate, pero le pagan para eso, para hacer de fusible de sus superiores, según
matizan en su partido como si estuvieran revelando una verdad incontrovertible, como al comunicador le pagan para faltar un poco al respeto.
Y eso ocurre
aproximadamente en los partidos mayoritarios, donde todos parecen andar
corriendo para tapar vergüenzas pasadas, presentes y posibles futuras, mientras
que a los partidos minoritarios se les está poniendo cara de gusto y se relamen
como gatos ante una raspa de pescado. Con semblantes adustos y ademanes
indignados han adoptado el papel de santurrones,
de savonarolas dispuestos a fustigar a diestro y siniestro con la legítima
aspiración, dicen, de sacar tajada.
Y miren, a
este paso, de tan cansinos que se están portando nos vamos a borrar de los
políticos hasta que escarmienten, de las televisiones, las radios y los periódicos y nos vamos a ir al
parque de la Fuente del Berro de Madrid a ver cómo estallan las yemas de los
liquidámbar, de los chopos y los plátanos, y como giran al verde los pinos y
los cedros, tan mohínos durante todo el invierno. O nos bajamos al Sur para
asistir a la orgía blanca de los almendros, a la promesa de los cerezos y a la
risa de las buganvillas. O aguardamos sin prisas con los limoneros y los naranjos
la explosión del azahar y aguzamos el oído en los patios cordobeses para escuchar
el palique sonriente de sus paredes. Todo esto y mucho más es lo que políticos
y medios de comunicación en su guirigay de cotorras no nos dejan disfrutar en
paz. La canción de la Tierra ha empezado. Cállense y trabajen, por favor.
Estoy de acuerdo contigo, aqui se escucha un poco mas, pero no te creas...La semana que viene te diré lo que pienso de la muchachada (solo tengo permiso para publicar los martes). Un abrazo.
ResponderEliminarTe leeremos.
EliminarUn abrazo
No te olvides, por favor, de las mimosas, que estamos necesitados de su lluvia dorada de mimos.
ResponderEliminarPues me olvidé pese a que la tenía la primera, porque la que ya conoces está repleta de amarillos y en unas semanas lloverá dorada de mimos como tan exacta y poéticamente describes.
EliminarMe apunto al viaje y a la compañía.
ResponderEliminarUn abrazo.