LOS EXPERIMENTOS CON GASEOSA, JOVEN
Si a unas elecciones cualquiera les suelen seguir atosigantes análisis y
contraanálisis sobre la razón de que todos se sientan vencedores, en las recientes
elecciones españolas al Parlamento europeo, punto final de una campaña anodina
y al desgaire, los resultados han sido semejantes a una fumigación letal. Los
cinco partidos hegemónicos ─los estatales PP, PSOE, IU y los autonómicos PNV y
CiU─ se han visto afectados de una manera u otra por la eclosión de partidos y
movimientos impensables hace un par de años, impulsados por la ya larguísima
crisis económica y social, la persistencia de una corrupción generalizada sin
culpables, la poda del Estado del bienestar, el insoportable desempleo y por el
fenómeno de las televisiones, que si bien no es nuevo en el juego político, ha
servido de altavoz y diseminador del descontento.
En el PSOE, los recortes y tijeretazos del Gobierno popular se han traducido en una tremenda patada en el trasero de
los socialistas que comenzaron a malquistarse la confianza de sus votantes a
partir de aquel giro copernicano que protagonizó José Luis Rodríguez Zapatero el
14 de julio de 2010 durante el debate del estado de la nación. Las medidas de
austeridad anunciadas y los primeros recortes sociales llevaron al presidente
socialista a asegurar que los acometería “cueste lo que cueste y me cueste lo
que me cueste”. Desde entonces, el socialismo español ha ido dando tumbos, asistiendo
al desperdigamiento de sus filas en movimientos a su derecha (UPyD) pero sobre
todo a su izquierda, y rozando la insignificancia. Efectivamente, le costó,
pero no sólo al presidente sino a todo su partido al que le aguarda una larga
travesía por el desierto.