martes, 29 de abril de 2014


MÁS MILAGROS QUE PAPAS
Parece que con la ceremonia ecuménica de los cuatro Papas (un italiano, un polaco, un alemán y un argentino) el milagro se hubiera encarnado en el alma de los creyentes, por lo que no creo que sea el momento de subrayar las divergencias y matizaciones sobre el magnífico tinglado de las religiones, tan antiguo como la Humanidad y tan arraigado en las conciencias como el mal, la belleza, la codicia o el hambre. Pero estos milagros de ahora impiden ver el bosque de los que a diario nos rodean, nos atosigan o nos confortan.
    Si un milagro es un hecho maravilloso y extraordinario sin una explicación racional, excepción hecha de los científicos, los técnicos y los expertos que sí conocen sus fundamentos racionales, el común de los mortales está rodeado de ellos, sin apenas darnos un descanso. Ahora mismo, mientras escribo, revolotean por mi estudio unos correos electrónicos


que pronto se convertirán en palabras y me avisarán con un pequeño timbre de su presencia.

lunes, 21 de abril de 2014


NUNCA LO LLAMARÉ GABO
 
He de confesarlo: nunca hablé con Gabriel García Márquez, ni me hice una foto con él, ni siquiera una “selfie” (un autorretrato con el móvil, para entendernos), por eso no lo llamo Gabo ni Gabito (nunca imaginé así su nombre) ni García, como lo llamaba su agente literaria Carmen Balcells, porque los motes, por universales que sean, son para la intimidad de la familia, del amor o de la amistad y para mi pesar no formé parte de ese escenario.

También lo confieso: envidio sinceramente a quienes tuvieron la oportunidad de intercambiar con él (a quien por supuesto llamarían Gabo) una mirada, una sonrisa y, ya no digamos, una conversación. Habrían salido completos y satisfechos, como me ocurrió a mí con José Donoso, Torrente Ballester, Borges, Bioy, Sábato, gente que te clava la voz en el alma y ya no encuentras obstáculo para repetir, inmodestamente y quizás con demasiadas ínfulas, “como me dijo Borges…”, o “insistía Ernesto Sábato en su casa de Santos Lugares…”, o “realmente Adolfo Bioy era un seductor…” y cosas así que diría ahora, hinchado como un pavo, de García Márquez si hubiera tenido ocasión de poderlo llamar Gabo.

martes, 15 de abril de 2014


STEFAN ZWEIG Y EL SARPULLIDO NACIONALISTA

Stefan Zweig detestaba los nacionalismos, los que estuvieron detrás de la Gran Guerra de 1914 y los generadores del nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y el bolchevismo (subraya el escritor) en Rusia. El gran escritor austriaco (Viena 1881─Petrópolis, Brasil 1942) tuvo una producción tan prolífica que durante décadas inundó las librerías con sus inigualables biografías, ensayos, obras de teatro, libretos de óperas y un ramillete de novelas que se encuentran en la cumbre de la literatura universal. Poco antes de poner fin a su vida, todavía inconclusa la II Guerra Mundial, acometió un libro de recuerdos que terminó siendo un manual imprescindible para conocer lo que dio de sí el periodo más encarnizado del siglo XX europeo. Su “El mundo de ayer ─ Memorias de un europeo” (Ed. Acantilado) es una disección reveladora de la Europa de finales del XIX y primera mitad del XX realizada con maestría por un culto habitante de la Viena capital del imperio austrohúngaro.

Testigo privilegiado del final de los grandes imperios europeos y de los  acontecimientos que bañaron de sangre los campos de la vieja Europa, sus recuerdos están teñidos de la melancolía de haber tenido que salir de su país y de suelo europeo, donde habían sido prohibidos sus libros, y buscarse la vida en un subcontinente tan alejado de la gran cultura centroeuropea como Brasil.

martes, 8 de abril de 2014


PILAR URBANO, A LOS HECHOS

Suele ser habitual recurrir a la frase de un discurso del pensador español José Ortega y Gasset para fotografiar la peculiaridad argentina de la charla, el cafelito, la digresión y la aplicación del incontestable dicho “a la parálisis por el análisis”. Pareciera que Ortega solamente hubiera dicho aquella frase en sus numerosos discursos porteños seguidos con pasión por un público capaz de aguantar a la entrada del teatro el tiempo que hiciera falta como ahora se puede hacer con un afamado conjunto de rock. La frase del discurso de Ortega era en realidad una arenga de cuatro palabras: “Argentinos, a las cosas”, recordando lo mucho por hacer en aquel inmenso y hermoso país.

domingo, 6 de abril de 2014


ÁNGEL ANTONIO GONZÁLEZ IN MEMORIAM

Ha bastado el soplo mortal de un pulmón averiado sobre la vida de mi amigo Ángel Antonio González para comprender y sentir palabra por palabra la “Elegía a Ramón Sigé”, de Miguel Hernández. “Un manotazo duro, un golpe helado,/ un hachazo invisible y homicida,/ un empujón brutal te ha derribado.” Con el corazón apretado de congoja, decidí aceptar la invitación de ABC para escribir su necrológica que hoy domingo antecede a las tradicionales esquelas abecedarias. Hubo un tiempo en que se daba por hecho que quien no aparecía en los obituarios o las esquelas del diario monárquico o no era nadie o era falso que hubiera muerto.
Por eso acepté escribir la reseña que publica hoy el periódico al que prácticamente dedicó su vida y cuyo título “Elegante eficacia en la Redacción de ABC”, de la cosecha del diario, es una muestra de lo que significó Ángel Antonio en esta bendita profesión del demonio.

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