EL RUIDO Y LA FURIA
Todavía no había llegado el momento
del puño en alto ni del beso en los labios al camarada. En la bancada
“podemita” sólo las cejas enarcadas de Íñigo Errejón y las ruidosas protestas
de los escaños socialistas, parecieron reaccionar ante los gritos de su líder
máximo en el Congreso de los Diputados, el descamisado Pablo Manuel Iglesias,
llenos de ruido y de furia contra el partido socialista y especialmente contra
Felipe González. Desde los escaños y las tribunas, ampliándose en directo a las
pantallas de televisión, cundía la impresión de estar asistiendo a las
obligadas sobreactuaciones de las asambleas estudiantiles y a las agitadas
concentraciones del 15-M, en las que el grito debe acompañar a la palabra si se
desea el efecto deseado en los congregados.
Cargó Iglesias contra el Felipe
González de los años más negros del PSOE, acusándolo de tener el “pasado manchado de cal viva” y elogiando
de paso a los secretarios generales del PCE Julio Anguita y Gerardo Iglesias.
González no quiso darle importancia al
exabrupto: "Habla desde la rabia y el
odio, está sobrecargado y debería serenarse un poco", para terminar definiéndolo “buen
discípulo de Anguita”, en referencia al dirigente de IU, tan feroz
adversario del socialista que parecía más bien un aliado de José María Aznar,
el presidente del Partido Popular, y del Gobierno a partir de 1996.