lunes, 4 de febrero de 2013


MANUAL DE CORRUPCIONES

Que no cunda el espanto por mucho que el espectáculo nos resulte descarnadamente obsceno. Puede que la sociedad española esté sometiéndose a una catarsis de la que saldrá una nueva más próspera, más justa, más solidaria. O podría ser que cuando todo pase un manto de olvido caiga sobre los ciudadanos y permita de nuevo a los políticos –pero no solo ellos, también financieros, jueces, policías, abogados o periodistas- volver a meter la mano tonta en las arcas públicas. De momento da la impresión de que los chorizos de cuello blanco puede que se tienten dos veces la ropa antes de corromper o corromperse, porque si de toda esta situación debe salir algo claro es mejorar las cautelas y las salvaguardias en nuestra legislación para que sea más difícil atropellar el erario público.
            En noviembre de 2009, el entonces fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido revelaba ante la comisión de Justicia del Congreso que en ese tiempo se estaban tramitando 730 causas penales por corrupción contra políticos de todos los partidos, aunque PSOE y PP acumulaban la mayoría de las causas con un total de 464. El fiscal general admitía que había de todo y en todos los partidos, pero advertía, para desterrar la desazón o una cierta sensación apocalíptica, que si se tenía en cuenta que en España había en torno a los 66.000 concejales y alcaldes más 17 asambleas legislativas autonómicas y otros tantos gobiernos autonómicos la corrupción no alcanzaba ni el uno por ciento de la llamada clase política.

Es fácil suponer que las cifras proporcionadas por Conde-Pumpido hayan engordado en los más de tres años transcurridos pero no tanto como para alzarnos con el liderazgo de la corrupción en el mundo. Según el informe de Transparencia Internacional dado a conocer en diciembre de 2012 sobre la percepción de corrupción en el mundo, España ocupa el lugar 31 con 65 puntos en una escala que va del 100 (menor corrupción) al 0 (máxima corrupción) El ranking europeo lo lidera Grecia, mientras que España es el país del sur y del este europeo mejor situado.
            Pero en estas andábamos cuando al Partido Popular le explota la corrupción en toda la cúpula merced a unos apuntes contables semejantes a una contabilidad paralela, presuntamente elaborada durante años por el extesorero Luis Bárcenas y que los dirigentes se apresuraron a desmentir con frases del tipo “no me consta” o “todo es falso” o “sabemos quien está detrás de esto”. Los apuntes de la caja B muestran una cierta sinvergonzonería tanto por la identidad de quienes hacían donaciones al partido como por los nombres a quienes iban dirigidos los sobresueldos.
            Si bien es notable la poca fiabilidad de Bárcenas, imputado en la trama Gürtel de financiación ilegal del PP y poseedor de una cuenta dn Suiza que llegó a tener 22 millones de euros, es conveniente recordar que no pocas de las tramas delictivas descubiertas han tenido su origen en la traición o en la venganza.
             Con ser detestable la corrupción, lo es más por el momento en que ha aflorado, con un desempleo brutal de seis millones de parados y una desconfianza hacia la clase política que alcanza cotas preocupantes.
            La impresión que producen los dirigentes y portavoces populares es la de un gallinero repleto de pollos enloquecidos con las cabezas cortadas. En lugar de proporcionar datos que desmientan los apuntes del extesorero se limitan a atacar al periódico que los ha publicado, El País, y avisar de que abrirán demandas civiles o penales contra Bárcenas, el intermediario y el propio periódico. ¿También contra los medios de comunicación nacionales que se hicieron eco de la exclusiva? ¿También contra las redes sociales, incendiadas e incendiarias? ¿También contra la blogosfera o la prensa internacional?
            Eso sí, caña a los socialistas de Rubalcaba por haberse atrevido a pedir la dimisión de Mariano Rajoy.
            Como pollos sin cabeza.

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