LE LLAMABAN AMANECER
La actualidad argentina, bien por
razones infaustas (“suicidio” del fiscal Nisman), bien por noticias faustas
(seguro que hay un centón), constituye, para quienes tuvimos la suerte de vivir
sus hermosas ciudades, la excusa perfecta para extraer recuerdos, añoranzas o
simplemente vida. Expertos en motejar a los personajes públicos, los argentinos
parecen no conformarse con que una persona tenga nombre y apellidos. El apodo
en Argentina es el reconocimiento de la tribu hacia las bondades o maldades de
un personaje determinado y marca su preeminencia social aunque sólo sea en un
círculo reducido. Algunos de los alias reflejan una realidad: “gordo”, “petiso”
o “flaco”, o “colorado”, éste por el pelo color panocha. Otros son
absolutamente surrealistas, como “Pajarito”, aplicado a un excelente y veterano
periodista de investigación. A Perón le apodaban “el viejo” o “el pocho”; a
Héctor Cámpora, “el tío”; a Carlos Menem, “el turco” o “méndez”, porque
nombrarlo traía mala suerte. En los deportistas renombrados es imprescindible
el apodo, como “el flaco” Menotti, “el burrito” Ortega, “el pibe” Saviola,
Carlos “Lole” Reutemann, “el mono” Burgos, “el cholo” Simeone, o Maradona a
quien motejan “el diego” o “el dios”.