martes, 8 de abril de 2014


PILAR URBANO, A LOS HECHOS

Suele ser habitual recurrir a la frase de un discurso del pensador español José Ortega y Gasset para fotografiar la peculiaridad argentina de la charla, el cafelito, la digresión y la aplicación del incontestable dicho “a la parálisis por el análisis”. Pareciera que Ortega solamente hubiera dicho aquella frase en sus numerosos discursos porteños seguidos con pasión por un público capaz de aguantar a la entrada del teatro el tiempo que hiciera falta como ahora se puede hacer con un afamado conjunto de rock. La frase del discurso de Ortega era en realidad una arenga de cuatro palabras: “Argentinos, a las cosas”, recordando lo mucho por hacer en aquel inmenso y hermoso país.


Desde entonces, la arenga se ha repetido y aplicado hasta la saciedad, entrando a formar parte de los latiguillos de los que un periodista y un medio de comunicación deben huir como de la peste. Por ejemplo: “Tal y tal, crónica de una muerte anunciada”, o “el espía (cantante, político, escritor) que llegó del frío” o “es la economía (sustitúyase por lo que convenga) estúpido”, o “argentinos (sustituible), a las cosas”.

Conforme la polémica generada por el libro de Pilar Urbano, una bofetada en todo el belfo al Rey Juan Carlos, se va deshilachando con el paso de los días y al compás de unos hechos (declaraciones, cartas, anotaciones, desorientación posterior del presidente dimisionario Adolfo Suárez) que van tomando cuerpo de veracidad, amaina el estupor de los primeros momentos. La andanada contra la Corona en plan Sexta Flota americana va dejando paso a la sensación de hallarnos ante un nuevo montaje al estilo del que se inventó Jordi Évole en la Sexta (canal de televisión que por cierto pertenece a Planeta, la misma editorial que publica el torpedo “pilarista” contra el Rey) sobre el golpe de Estado del 23─F. Con la diferencia de que Évole confesó al final la mentira de los hechos expuestos en un programa que conmocionó a la audiencia.

Pilar Urbano, autora del libro “La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar”, es periodista de imaginación volandera. Un tropel de datos, desde distintos frentes, han salido a la caza de sus errores anteriores y presentes. Hay quien ha recordado el empeño de Pilar por considerar el accidente de aviación en el monte Oiz como un atentado etarra y no pocas anécdotas más aventadas ahora. A mí me llamó la atención en su entrevista en El Mundo (el mismo diario, por cierto, que está desmontando sus argumentos a base de cartas, anotaciones y hechos) que metiera al Rey más en la charca con una alusión a la advertencia que Juan Carlos le hizo a la vedette Bárbara Rey para que no llevara a sus hijos al colegio el día 23 de febrero de 1981… cuando los hijos de Bárbara nacieron después de esa fecha.

Si este dato, revelador de la imaginación volandera de la autora, no es suficiente para poner bajo sospecha la veracidad de las 900 páginas del libro es porque los españoles somos de una credulidad preocupante. Por supuesto que en el libro existen situaciones reales, pero la obcecación de Urbano por dirigir su punto de mira hacia unas supuestas horribles relaciones del Rey y Adolfo Suárez yerra ante las revelaciones que Adolfo Suárez hijo (autor de la foto que acompaña este texto) se ha visto obligado a hacer con aportación de pruebas.

Que al Rey le calentaban los oídos a diario, por supuesto; que pudiera comentar con los generales, en plan cuartelero, la imposibilidad de seguir en un escenario de atentados diarios y políticamente vodevilesco, no sería extraño; que las relaciones con su jefe de Gobierno no fueran en el verano de 1980 como en los años anteriores, también; que tuvieran discusiones (normales, no tabernarias como describe Pilar), entra dentro de la lógica; que el Rey respetaba al general Armada, su preceptor y consejero, está fuera de toda duda; pero que el golpe de timón saliera de la Zarzuela, sabiendo el Rey que a su abuelo, Alfonso XIII, le costó la corona una operación similar con el general Primo de Rivera es otro modo de insulto al monarca.

No entro a valorar la oportunidad de la publicación del libro, cuando sus principales personajes han fallecido. Casi un centón de libros se ha escrito sobre el 23─F, bastantes de ellos copiando a otros; algunos iniciando el intento de Pilar Urbano de reescribir la historia contra la Corona. Pero cuando hoy, la excelente periodista y experta en la Transición, Victoria Prego, ha mostrado y comentado en El Mundo las anotaciones de un Adolfo Suárez, dimisionario presidente del Gobierno, noqueado el 24-F por las informaciones que recibe, pensando todavía en la Operación Galaxia de tres años antes y desconocedor del papel de Armada en todo el asunto me he despojado de dudas. Pilar Urbano ha querido travestirse de Évole y no ha sabido elegir el traje, traicionada por su volandera imaginación y quizás sus rencores ocultos. Así que Pilar ─y mira que no te lo voy a repetir─, a los hechos y deja a otros que se solacen en las charcas. A ti, a quien conocí en ABC en 1975, no te pega.  

 
 

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