domingo, 6 de abril de 2014


ÁNGEL ANTONIO GONZÁLEZ IN MEMORIAM

Ha bastado el soplo mortal de un pulmón averiado sobre la vida de mi amigo Ángel Antonio González para comprender y sentir palabra por palabra la “Elegía a Ramón Sigé”, de Miguel Hernández. “Un manotazo duro, un golpe helado,/ un hachazo invisible y homicida,/ un empujón brutal te ha derribado.” Con el corazón apretado de congoja, decidí aceptar la invitación de ABC para escribir su necrológica que hoy domingo antecede a las tradicionales esquelas abecedarias. Hubo un tiempo en que se daba por hecho que quien no aparecía en los obituarios o las esquelas del diario monárquico o no era nadie o era falso que hubiera muerto.
Por eso acepté escribir la reseña que publica hoy el periódico al que prácticamente dedicó su vida y cuyo título “Elegante eficacia en la Redacción de ABC”, de la cosecha del diario, es una muestra de lo que significó Ángel Antonio en esta bendita profesión del demonio.

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 “Ahora que se ha ido, se notará más el hueco que deja su vida. El agujero que ha dejado en Pilar, su esposa; en Elena y Ángel, sus hijos; en sus cinco nietos y en cuantos fuimos sus numerosos amigos. Perteneció Ángel Antonio González (Badajoz 1946─Madrid 2014) a la mayoría silenciosa del periodismo, esa casta de periodistas trabajadora y sosegada, persistente y rigurosa, sin la que resulta impensable que pueda salir día a día un periódico, el producto más volátil de la creación literaria impresa. Aunque por familia estaba orientado a la enseñanza, se volcó en el periodismo, primero en el “Hoy” de Badajoz, y ya en Madrid como redactor jefe de varias revistas. En 1971 ingresó en ABC y durante cuatro años estuvo adscrito a la Redacción Internacional hasta que en 1975, bajo la dirección de José Luis Cebrián,  se dedicó a la sección Política en la que sucesivamente fue redactor, jefe de sección y en 1981 redactor jefe. En 1983, bajo la dirección de Luis María Anson, fue nombrado redactor jefe de Continuidad, puesto en el que desplegó de manera tan sobresaliente su labor de coordinación que en 1997 Francisco Giménez Alemán lo ascendió a subdirector, cargo en el que se mantuvo hasta que fue llamado a ejercer otras funciones dentro del diario.

Su bonhomía con quienes lo tuvimos como compañero y como jefe fue tan comúnmente reconocida que no precisó del momento postrero de las alabanzas para reconocérsela. Siempre cumplidor, riguroso, buena gente, con su sonrisa medio tímida y cortés que lo inhabilitaba para el debate bronco, tan común en la profesión, empezando por aquellos años de la tan mentada Transición. Años en los que la sección Política de ABC, con su empeño en los debates políticos a todas las bandas y colores, trataba de pinchar a golpe de entusiasmo la burbuja facciosa en la que se quería arrinconar al diario de la calle de Serrano. Fue un tiempo en el que el torbellino de juventud que poblaba las Redacciones y del que Ángel Antonio fue catalizador y moderador necesario reverdeció el ABC de siempre. Después llegaron el amor familiar y los amigos. Hasta que ayer mismo, un anunciado vendaval de tabaco maligno nos lo hurtó para siempre. Descansa en paz, querido amigo.”

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