lunes, 27 de mayo de 2013


PALABRAS EN UNA TERTULIA MEXICA

Debía de ser una tarde apacible al término de las tareas. Los aperos reposan en tierra mientras los tertulianos mexicas se aplican a la plática o a la discusión. El ilustrador del instante se recrea en la celebración de la palabra, como si quisiera mostrarle al lector lo que se está hablando.
De los ocho personajes de la tertulia, los dos centrales parecen decirse las palabras más gruesas y atropelladas, quizás con argumentos más vehementes a tenor de la gestualidad de sus manos, en tanto que de la pareja de abajo fluyen las frases como racimos, como si estuvieran explicando los argumentos de los contendientes. Los otros cuatro de alrededores escuchan y callan, quizás esperando su turno, posiblemente atemorizados por la facilidad que los contertulios principales tienen para la palabra. Debajo de ellos, unos signos indescifrables para el lector inexperto resultan ser probablemente la traducción de los argumentos de las conversaciones.

La escena aparece en el Códice de Tudela, de mediados del siglo XVI, también conocido como Códice del Museo de América y si viene a cuento es por el grafismo que los autores de las ilustraciones utilizan para mostrar las palabras: lenguas voladoras tan parecidas a la @ informática que movió al ya fallecido escultor Vaquero Turcios a realizar un precioso bronce de una "lengua" mexica reposando sobre un pequeño pedestal de blanquísimo mármol y grabado en él su título, La Palabra, que durante un tiempo fue el regalo emblemático de la agencia Efe.
En estos tiempos de palabras al viento, palabras─pistola las he llamado yo ─déficit, crisis, desempleo, prima de riesgo, umbral de la pobreza─, palabras a las que se las quiere fortalecer sumándoles los cuatro jinetes del Apocalipsis para añadirle terror al terror. O palabras como espadas imprescindibles para mantener a raya al adversario e indispensables  para rematarlo en una orgía de insultos e imprecaciones.
Ahora que en plena crisis económica y social asistimos al cambio de significación de muchos de los vocablos que nos incomunican, la escena del códice de Tudela nos devuelve la magia de las palabras y su placentera utilización, tan lejos del exabrupto y el grito que sólo sirven para asesinar el silencio. 

  

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