lunes, 10 de septiembre de 2018


    DERROTAS
                                         (Del libro en preparación La cópula de la libélula)                                                              
La semana del Once de Septiembre (en mayúsculas por haber pasado la fecha a la categoría de icono) nos la hemos pasado conmemorando la derrota de un estilo de civilización a manos del fanatismo. Se ha dicho que este estilo de periodismo conmemorativo, como el declarativo al que tan dados somos en los medios de comunicación, no refleja sino el declive de la profesión. Puede ser cierto, pero esa sería otra historia. El caso es que la fecha –esos dos palitos del número uno, tan parecidos a las torres masacradas- ha engrosado una iconografía de derrotas coincidentes, unas más locales que otras,  que hasta el año 2001 se escribían con mayúscula también en sus respectivos lugares.
Para los catalanes, el 11-S  es la conmemoración de la lapidación del  autogobierno catalán a manos de las huestes hispanofrancesas en el lejano año de 1714.
El primer rey Borbón, Felipe V, decidió el asedio de Barcelona, cuyos 5.000 soldados se rindieron finalmente al acoso de una milicia binacional de 40.000 hombres al mando del inglés duque de Berwick. Aquella derrota y la posterior proclamación del Decreto de Nueva Planta por el que se borraba cualquier vestigio de identidad catalana ha sido punto de encuentro de los catalanes, desde el resquemor, el sigilo y la clandestinidad, primero, hasta la explosión de júbilo sin precedentes del año 1977. Aquella Diada histórica de hace 25 años nos pilló a un grupo de periodistas, entre ellos dos catalanes, en una Alemania aterrada por la banda Baader-Meinhof o Fracción del Ejército Rojo que acababa de asesinar al jefe de la Patronal alemana Hans Martin Schleyer. Pese al reciente atentado terrorista, la concentración millonaria catalana llegó a las primeras páginas de los diarios alemanes en su aspecto menos festivo, como fue la represión inmisericorde que prosiguió al festejo.
Un Once de Septiembre más universal, opacado ahora por el terror de las Torres Gemelas, fue la derrota de la democracia en Chile a manos del ejército comandado por el general Augusto Pinochet. Muchos hubo que creyeron y creen todavía que aquel día de finales del invierno austral de 1973 supuso la victoria de la ley y el orden sobre las hordas rojas, ateas y comunistas, que ponían en peligro la civilización occidental. Pero haciendo abstracción de los errores de los gobiernos de Salvador Allende ante la brutal acometida del poderoso vecino del norte, la fecha icónica de aquel año fue el principio de la derrota de los ideales democráticos de un continente que aún lucha por su identidad. El año de 1973 inició la infame década de los gobiernos militares en el subcontinente y su estela de secuestros, torturas, asesinatos y terror. Todavía hoy, cada 11 de septiembre se reproducen en las alamedas de las que habló Allende en su último discurso la carga de los carabineros contra los manifestantes a los que la vida no les concedió la paz de la desmemoria.
La Diada y la “pinochetada” tuvieron como secuelas (al menos hasta el año 1978, en el primer caso) la violencia de las conmemoraciones por la explícita represión de los gendarmes del orden. Ahora, en este primer aniversario del día icónico por excelencia, junto al llanto por las víctimas se columbran también regueros de sangre y estallido de fuegos. Los españoles deberíamos hablarle al mundo de nuestra experiencia. En nuestra carne aparece la mordedura del terror en cuya cúpula se han ido asentando diversos criminales, sucesivamente sustituidos sin que por ello cesara la muerte. La comunidad internacional y más concretamente los EE.UU. buscan a Bin Laden. Es muy probable que nunca lo encuentren e incluso no son pocos los que están convencidos de que ha muerto. Pero el terror, una vez implantado, no llora a sus jefes, sino que los sustituye, y a Occidente le toca jugar sus cartas con más sutileza y menos arbitrariedad. ¿Un Sadam Husein que haga olvidar  a Bin Laden? Y después, qué: ¿el choque de civilizaciones que describe Samuel Huntington? Una derrota llevaría a la otra y el 11 de septiembre se convertiría así en el icono sangriento de todo el calendario de nuestras vidas.
La Verdad 18 de septiembre de 2002             

No hay comentarios:

Publicar un comentario