miércoles, 21 de mayo de 2014


PUERTAS AL CAMPO

La quizás comprensible sobreactuación del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con motivo del asesinato de la presidenta del PP y de la Diputación de León, Isabel Carrasco, comienza a cosechar sus frutos: al socaire del anonimato “parece” haberse agrandado la oleada de odio que desde sus comienzos se expande por la red. Fue un infame asesinato a un político, aunque no un asesinato político, ocasionado por una mezcla  letal de odios, rencores y obsesiva venganza. En aquellos primeros momentos se produjeron manifestaciones de cariz bien distinto: por un lado ─generalmente procedente del mundo “popular” o de comentaristas cercanos a él─ la estupidez de achacar el impulso del asesinato a una especie de caza al político provocada por los escraches, las plataformas antidesahucio y las distintas mareas de protesta. La imputación a la protesta ciudadana de la muerte de una política en ejercicio se diluyó sin embargo como un azucarillo tan pronto se apreció el alcance de la majadería.
    
Por el otro lado, una infestación de miseria, insania mental en Internet y especialmente en la red Twitter con incitación a la violencia y al odio pareció incendiar el foro de opinión más amplio e incontrolable de las redes sociales. La presencia de excelentes usuarios en la red del pajarillo se ve lastrada por una horda de anónimos energúmenos dispuestos a actuar como lo harían en la vida real: camuflarse en la masa para llevar a cabo sus acciones contra todo lo que se mueve. ¿Recuerdan aquellos carteles de Zapatero asesino y el estacazo al entonces ministro José Bono durante una manifestación de la AVT en 2005? Pues lo mismo, pero en virtual.


Es sabido que el odio no es un delito y que las injurias y las calumnias salen gratis si los agraviados no interponen una denuncia, de ahí las reuniones que se están produciendo entre representantes de los ministerios de Interior y Justicia y del ministerio público de los que hoy da cuenta Fernando Garea en ElPaís. Según informa Garea, “la representante del ministerio público rechazó ante los secretarios de Estado la posibilidad de que se aplique de forma generalizada el delito de incitación al odio, que en algún momento el Gobierno ha considerado posible utilizar para estos supuestos.

“Este delito prevé penas de prisión de uno a cuatro años y multa de seis a doce meses para ‘quienes fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquel, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, enfermedad o discapacidad’. Alguno de los tuiteros detenidos en los últimos días ha sido imputado por un juez por este delito de incitación al odio.”

Dos docenas de tuiteros han sido detenidos y otros cinco más han sido denunciados por la comunidad judía a raíz de los centenares de execrables tuits antisemitas al hilo de la derrota del Real Madrid de baloncesto ante el Maccabi de Tel Aviv. Twitter arde de indignación por lo que considera un ataque en toda regla a la libertad de expresión, aunque ciertamente las redes sociales suelen incendiarse con facilidad (basta con un par de docenas de mensajes concertados), pero parece obvio que del mismo modo que en las manifestaciones se trata de aislar a los alborotadores y provocadores sin causa lo mismo podría hacerse en la red sin amenazar ni un ápice una libertad de expresión que no debe amparar la impunidad de los malhechores de la palabra.

Ocurre que a veces una piel demasiado sensible y un ánimo en exceso lábil a las ofensas pueden llevar a sobreactuaciones en caliente como las ya mentadas del ministro del Interior.

Y luego está lo posible y lo factible. ¿Quién puede detener la oleada de embarcaciones repletas de africanos en su viaje a la isla de Lampedusa? ¿Quién la entrada a España por muchas vallas que se interpongan? ¿Quién sajar la corrupción que corroe nuestra sociedad? ¿Quién limpiar las redes de indeseables si la sociedad está plagada de ellos? ¿Quién ponerle puertas al campo?

    

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