UNA TARDE CON BORGES
Para concluir este
repaso a palabras, acontecimientos y literaturas de las Américas vistas desde
el Madrid “rompeolas de todas las Españas” de don Antonio Machado, referiré mi
único encuentro con Jorge Luis Borges, en cuya lectura y para mi vergüenza no
me había demorado excesivamente hasta ese momento.
En su cuarta visita a España, invitado por la cadena de televisión estatal con motivo de la grabación de algunos de sus cuentos, Jorge Luis Borges lloró durante el visionado. Fuera de la sala de proyecciones, su bastón se apoyó después en el brazo de su asiento; sus ojos celestes, acuosos, miraban dos cuartas sobre mi cabeza; alguien le preguntó sobre su poema dedicado a España, escrito en julio de 1964 [España de la hombría de bien y de la caudalosa amistad/ España del inútil coraje…]
En su cuarta visita a España, invitado por la cadena de televisión estatal con motivo de la grabación de algunos de sus cuentos, Jorge Luis Borges lloró durante el visionado. Fuera de la sala de proyecciones, su bastón se apoyó después en el brazo de su asiento; sus ojos celestes, acuosos, miraban dos cuartas sobre mi cabeza; alguien le preguntó sobre su poema dedicado a España, escrito en julio de 1964 [España de la hombría de bien y de la caudalosa amistad/ España del inútil coraje…]
“Yo no sabía que iba a escribir ese poema. De pronto sentí la necesidad de escribirlo. Llamé a la secretaria, porque yo tengo que escribir dictando --bueno, actualmente: soy ciego y no tengo otro medio--, y le dicté el poema. Luego le dije que me lo releyera; entonces hice dos o tres correcciones, pero meramente correcciones técnicas, ¿no?, por ejemplo, no sé, había dos versos que tenían la misma estructura formal y un verso era una repetición de otro, pero en fin, hice esa correcciones formales, superficiales, técnicas, y luego fui a casa y le dije a mi madre: ‘he compuesto un poema esta mañana’. Me dijo ‘¿Sobre qué?’. ‘¡Va!, sobre España’, le dije yo. Me dijo ‘¿Y qué has dicho?’ Y le dije con toda sinceridad, ‘no me acuerdo’ (Cuando escribo algo yo lo olvido o trato de olvidarlo inmediatamente). Ahora, eso quiere decir que ese poema no es un poema artificioso, no lo es, ya que surgió naturalmente, mi voluntad no intervino; casi, casi como si me hubiera sido dictado, por Algo o por Alguien –usemos estas dos palabras con letras mayúsculas, ¿no?--, de modo que tiene que corresponder a una emoción genuina. Creo que los lectores lo han sentido así: no es sólo un brindis a España, ni un poema de aniversario, no. Es algo que yo necesitaba escribir. Aquello había surgido, aquello había pasado a la realidad a través de mí y ahora no puedo decir nada más sobre esto, sobre las razones que me llevaron, son razones demasiado íntimas, razones tan íntimas que las ignoro."
(Nos reprende a los
españoles de que usemos feas palabras importadas en lugar de tantas hermosas
nuestras por escoger, como llamar melocotón al durazno. “Escuchen bien:
“du ras
no”. Ya dije, pronunciado como un verso de soneto)
“Escuchar de nuevo el
castellano de acá me ha retrotraído a mi primera visita a España, que debió
ser… Bueno, no tengo memoria para las fechas; digamos 1920, 1921, y luego he
hecho otras visitas, ésta es la cuarta, pero desde luego, cuando estoy aquí yo
pienso siempre en la primera visita, no en la segunda o en la tercera, que
fueron muy gratas también. Pienso en la primera visita y en los amigos de
entonces, los amigos superiores, Cansinos Assens fue de esa época. La primera
vez que vine no había publicado ningún libro, era un muchacho sudamericano
desconocido, y ahora, bueno, ahora soy un señor al cual se ha resignado la
gente, hay muchas personas que me conocen antes de haberme visto. Nada de eso
existía entonces. Pero yo me siento, digamos que de un modo secreto y sin duda no compartido
por otros, me siento tan joven como entonces. Estoy dispuesto a escribir y
escribir y seguir escribiendo. Trato de no pensar en el pasado, me parece que
es enfermizo. Trato de pensar en lo que voy a hacer, aunque posiblemente no lo
haga. No sé si a mi edad, 73 años, uno tiene derecho a usar la palabra futuro o
porvenir. Con todo, como decía Spinoza, todos sentimos que somos inmortales y
seguimos haciendo proyectos. Pitágoras decía, o le atribuyeron el dicho, de que
en las despedidas no hay que mirar hacia atrás. Eso puede tener un sentido
meramente mágico, pero yo creo que realmente uno no debe mirar hacia atrás,
salvo en la elegía, en la que se mira hacia atrás para ejecutar algo, es decir,
se está mirando al futuro, o como la efigie de Jano, con dos caras: una mirando
al porvenir y otra al pasado”
Aquella tarde,
rebuscó Jorge Luis Borges brevemente en su memoria. Ninguna pregunta brillaba
por su originalidad, pero él pretendía que sí lo fueran sus respuestas que se
iban grabando lentamente en mi viejo magnetófono. Así que escarbó en el océano
de sus palabras. Y dijo Borges:
“Lo que más me gusta
de lo que he publicado es un libro llamado ‘El Hacedor’, porque mi editor
–Frías, de Emecé—me dijo que querían publicar un libro mío. Yo le dije que no
tenía ningún libro preparado para editar. Me dijo ‘sí, lo escritores siempre
tienen libros, si buscan un poco en los cajones encontrarán publicaciones
dispersas, manuscritos…’ Yo aproveché un domingo, debidamente lluvioso, para
abrir el cajón del escritorio y encontré los textos que publiqué con el título
de ‘El Hacedor’. De modo que el editor tenía razón. Ahora, yo creo que ese
libro es mejor que los otros, porque yo no he escrito nada allí que no hubiera
correspondido a alguna necesidad de algún momento de mi vida. Si uno se propone
escribir un libro, es inevitable que haya ripios, que haya textos que sólo
sirvan para unir un pasaje a otro, nada más. En ese libro las piezas son muy
breves y cada pieza llega a alzarse con una cierta unidad.
“El Hacedor”,
publicado en 1960, está dedicado a Leopoldo Lugones y en él se funden, casi por
partes iguales, prosas breves y poemas. (Algunas frases: Nunca se había demorado en los goces de la memoria… Otra: Entonces descendió a su memoria, que le
pareció interminable,…Una más: Porque
si no mueren las almas, está muy bien que en sus despedidas no haya énfasis…)
Alguien formula la pregunta –quizás yo mismo—insidiosa por lo estúpida, del
tipo, ¿y qué le gusta más…?
“Amo más mi poesía que mis cuentos, pero como
soy la única persona que piensa eso, pues es más normal que los demás tengan
razón. A mis amigos no les gustan mis versos. Me dicen que realmente yo soy un
prosista y que soy un intruso en la poesía. Yo creo más bien que no hay una
diferencia esencial entre las dos cosas. Siento que los poemas están más cerca
de mí que los cuentos. Los cuentos, me parece que algunos están bien
construidos, pero pueden dar la impresión de algo fabricado, en cambio los
poemas, ya lo he dicho, son más íntimos. El cuento surge de mí también, pero
cuando surge, ahí también interviene la idea de que este argumento es
interesante, de que queda mejor desarrollarlo de este modo y no de tal otro; es
decir, ya mi conciencia interviene más, entonces creo que no pueden ser tan
buenos.
“Imagino el cuento como si fuera algo que no
ha ocurrido, que tengo que ir descubriendo. Luego, tengo que buscar las
palabras más adecuadas para decirlo, pero lo de las palabras es secundario. La
palabra es más bien como una forma que uno divisara de lejos. Porque tratándose
de un cuento, yo siempre veo, con cierta claridad --con cierta oscura
claridad--, el principio y el fin del cuento; ahora, lo que no me es revelado
hasta que estoy escribiéndolo es lo que pasa entre la primera línea y la
última; eso tengo que, en el peor de los casos, inventarlo, y poder decir: ‘no,
las cosas no han podido pasar así’. Pero yo siempre conozco el principio y el
fin de mis cuentos, y además quiero que mis cuentos tengan principio y tengan
fin. Ahora muchas personas escriben cuentos deliberadamente inconexos, intentan
lo que en francés se llama une tranche de
vie. Yo no quiero contar une tranche
de vie, una tajada de vida, no; yo quiero contar un cuento, porque creo que
un cuento es sucesivo, y eso ya está dado en la palabra cuento. Se dice contar
y contar significa dos cosas y eso en todos los idiomas. Contar, bueno, contar
es contar uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y así, infinitamente, pero
contar también es referir una historia. Es decir que en los dos sentidos de la palabra
contar está la idea de lo sucesivo…”
Y así sucesivamente
discurrió la tarde.
Grande Borges y que suerte haber podido charlar así con él..
ResponderEliminar