viernes, 8 de abril de 2016

EL CAPITAN RENAULT SE ESCANDALIZA DE NUEVO

Quizás sean ya un par de generaciones  las que disfrutan una y otra vez de “Casablanca”, la película con más frases para el recuerdo de las que me parece tener noticia. Desde el “siempre nos quedará París”, pasando por la pregunta a Rick Blaine (Humphrey Bogart) del mayor Strasser: “¿Cuál es su nacionalidad?” “Soy borracho”, o la exaltación de Ilsa Lund (Ingrid Bermang): “El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”.
Pero fue el fantástico cinismo del capitán francés Louis Renault (Claude Rains) el que me ha servido de guía desde su primer visionado para comprender la política nacional y desde hace un tiempo, también la internacional.
Resultó desternillante, cuando los casos de corrupción comenzaron a proliferar como setas en nuestro panorama político como resultado de la lenta pero imparable acción de la Justicia, oír y leer la escandalera de políticos y medios de comunicación, mesándose los cabellos y desgarrándose sus vestiduras. ¡Pero, bueno, a dónde vamos a ir a parar!, exclamaban los más moderados ante el rosario de Púnicas, Gürtel, Malayas, Fabras, Emarsas, ERES y tantas otras, hasta 1700 causas en 2015 con más de 500 imputados o investigados.
España parecía el cuévano de corruptos y corruptores, el lodazal de Occidente, la excepción europea. Pero no éramos los únicos. Investigadores, periodistas de investigación, delatores y personas indignadas ante la maraña de corrupciones han ido destapando casos y situaciones conocidos o intuidos pero no comprobados hasta su exposición pública.
Desde las filtraciones periodísticas del espionaje al que la Agencia Nacional de Inteligencia estadounidense (NSA) tiene sometido a todo bípedo que se mueva sobre la corteza terrestre, canguros y primates incluidos, hasta los wikileaks y sus hermanos, los sucesivos destapes y primicias han permitido mirar bajo las alfombras de palacio, olisquear los pretendidos “secretos de Estado”, descubrir comisiones espurias y corroborar las cuentas corrientes opacas para constatar la porquería bajo sus flecos.
Las impostadas exclamaciones de asombro, las rimbombantes declaraciones de políticos, periodistas y representantes de la “beautiful people” y los denuestos y anatemas subsiguientes han configurado un coro de tal cinismo que no he tenido más remedio que recordar al capitán francés Louis Renault en su entrada al garito de Bogart, tocado con su kepis y alertando con su silbato de la redada que se avecinaba.
RENAULT: ¡Salgan inmediatamente!
RICK: ¿Con qué derecho me cierra usted el local?
RENAULT: ¡Qué escándalo! ¡Qué escándalo! He descubierto que aquí se juega.
CRUPIER: Sus ganancias, señor. (Entregándole un fajo de billetes bajo mano)
RENAULT: Muchas gracias (metiéndose el dinero en un bolsillo). ¡Todo el mundo fuera!
Es esta constatación del vicio la que termina produciendo hilaridad. ¿Cómo puede haber una sorpresa tan generalizada de los miles de personajes de toda índole que llevan sus dineros donde menos puedan perseguirlos sus fiscos respectivos? De sobra es conocida la red de paraísos fiscales que desde Panamá a las islas Caiman, pasando por algunos territorios señalados de la Europa cultivada, sirven de refugio a quienes por miedo, arrojo o simple delincuencia ocultan sus fortunas fueran de sus países de origen.

Así que ante la escandalera montada en torno a los Papeles de Panamá, es comprensible que una legión de capitanes Renault se escandalicen, silbato en los labios y la mano trincona en el bolsillo, al grito: “¡qué escándalo! Hemos descubierto que las fortunas de todo el mundo se ocultan en paraísos fiscales!”

1 comentario:

  1. Como dijo Renault: “Creo que bajo su apariencia de hombre cínico, es usted un sentimental”, aunque pienso que en esas estamos todos puesto que, de alguna manera, ya no nos queda ni Casablanca, ni París, ni la nacionalidad de borracho, ni nos enamoramos mientras el mundo se derrumba.
    Qué lugar ocuparía en el panorama actual la célebre respuesta de la película a: “- ¿Está seguro de que este lugar es honesto?
    - Tan honesto como que el día tiene 24 horas”.

    "Su negocio es la política…" - diría Blaine- y nosotros que hemos perdido la capacidad de sorprendernos y ya no sabemos ni si vamos o venimos, a la pregunta ¿qué hacemos aquí?, contestaríamos como Bogart: “debe ser que me informaron mal”.

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