martes, 8 de julio de 2014


DI STÉFANO

   “Escuchá bien y tomá nota porque lo que voy a decir vale para todos los partidos, antes y después del encuentro”, me dijo aquella tarde de 1967 el flamante entrenador del Elche C. de F. Alfredo Di Stéfano.
   A mis tiernos años y menguados kilos (49 en canal) trabajaba para el periódico La Verdad de Murcia como corresponsal en Elche. Mi campo de acción lo abarcaba todo (noticias del ayuntamiento, el sindicato vertical, los juicios que permitían; relación de natalicios, bodas y defunciones; entrevistas; reportajes, e informaciones varias) menos deportes, o sea, fútbol, del que se encargaba Pepe Agulló, el corresponsal ilicitano permanente. No sé dónde diablos estaba Pepe ese día, el caso es que me tocó entrevistar a Di Stéfano que se estrenaba como entrenador con un equipo de primera división. Ni idea tenía entonces del deporte de masas pese a que en la Pensión María donde me hospedaba se alojaban otros jugadores, como el simpático Araujo.


Le debió dar pena a la Saeta Rubia mi magra figura, tan delgado y tembloroso estaba ante su fama y un cierto halo de carácter jodido con la prensa. El caso es que, sentados frente a frente en el hall del mejor hotel de la ciudad, se inclinó hacia mí y me confió el gran secreto:
   ─ Antes de un partido, vos me preguntás por el contrario. Si está por encima, contestaré que es peligroso por el lugar que representa. Si por debajo, diré que no hay enemigo fácil y habrá que llevar cuidado. Me pedirás que destaque a uno contrario y responderé que el peligro es de todos. Y así con todas las preguntas de antes del encuentro. ¿Entendés?
    Asentí yo y sin darme respiro continuó:
    ─ Después del partido, si hemos ganado diremos que el resultado ha sido justo; si hemos perdido que hubo lances que nos perjudicaron, algunas decisiones, ¿viste?, sin decir arbitrales pero dándolo a entender. Y en cuanto a individualizar el juego nuestro o del contrario, evitar los nombres y decir que fue una labor de equipo y que sería injusta la mención de un solo jugador. ¿Lo entendió?
    Volví a asentir y entonces concluyó:
   ─ A partir de ahora, si seguís estos consejos, podés escribir las preguntas y las respuestas sin preguntarme. Al fin y al cabo es lo que hacen todos…
    No hubo caso: Pepe Agulló se reincorporó al trabajo y nunca más volví a hablar con aquel personaje que hablaba de vos, ponía los acentos al final de los verbos y se estaba creando a pulso una fama de mala uva, no sé si impostada.  

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