lunes, 13 de enero de 2014


RUIZ─GALLARDÓN: EL ESCORPIÓN Y LA RANA

 Ya era difícil ganarles en impopularidad al presunto ministro de Educación y Cultura (¿?), José Ignacio Wert, y a la no menos presunta ministra de Sanidad, Ana Mato, e incluso al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, pero además de conseguirlo, el personaje más vanidoso del Gobierno de Mariano Rajoy ha logrado enemistarse con el paisanaje de tal modo que solamente la ultraderecha apoya sus actuaciones. Eso sí, con las cautelas necesarias a la vista de cómo se ha conducido el personaje en las últimas dos décadas.

(Por cierto, la habilidad de Rajoy para esquivar la responsabilidad de las leyes y las actuaciones más controvertidas cargándoselas al haber de sus ministros es de manual)       

Gallardón engañó a todos: a los de su partido y a los de la oposición. En las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas anteriores a la segunda victoria de Rodríguez Zapatero, Alberto Ruiz─Gallardón se revelaba el político con mejor imagen nacional de todo el espectro político.

Jesús Polanco y el poderoso grupo Prisa prohijaban a este político con olfato, culto, melómano, con buena presencia, capaz de acometer grandes, temerarias empresas, como el Metro Sur durante su presidencia de la Comunidad de Madrid, o la remodelación de la M─30, el proyecto Madrid Río o el cambio de sede del Ayuntamiento durante su etapa de alcalde de Madrid. Tanto padrinazgo del Grupo Prisa le costó el apelativo de socialdemócrata, insufrible insulto para la derecha en ejercicio y para un simulador de tomo y lomo como él.

Cuenta quien viajaba con él en su coche oficial de la Comunidad de Madrid que el conductor se atrevió a sugerirle algunas rutas alternativas. Según la versión del acompañante, don Alberto no dudó en llamar a su secretaria para que le comunicara ella al chofer que se abstuviera éste de dirigirse a tan egregio pasajero sin mediar consulta o permiso. A partir de esta infidencia comencé a tildar de despotismo ilustrado (todo para el pueblo, pero sin el pueblo, se decía) las actuaciones de este político a quien Albert Uderzo, dibujante de los cómics de Asterix, podría haber dibujado de perfil cesáreo con la nariz respingada como si apestara cuanto le llegaba a tan sublime napia.

Con el paso del tiempo, este verso suelto del PP, como gustaba definirse, se fue abriendo paso hacia la política nacional merced a su manifiesta enemistad con la, a la sazón, presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y su apoyo a Mariano Rajoy, que llegado al poder lo colocó en un Ministerio desde el que pudiera hacer todo tipo de tropelías. Como titular de Justicia, Gallardón les ha dicho a los españoles que no son iguales ante la Ley, puesto que sólo quien tenga dinero podrá litigar previo pago de unas tasas que para los sectores más necesitados y desvalidos constituyen un muro infranqueable en su acceso a la administración de Justicia. Como titular de Justicia, Gallardón ha emprendido la reforma más ultramontana de una Ley del Aborto que había mejorado sensiblemente la de 1985, en la que la ausencia de plazos permitía en según qué circunstancias la interrupción del embarazo en cualquier estadio del mismo.

Cuando fue nombrado ministro de Justicia, Ruiz─Gallardón se apresuró a declarar que era el último cargo político que asumía: con Rajoy había llegado al Gobierno y con Rajoy se iría del Gobierno. Una declaración que a muchos les recordó los alegatos del escorpión de la fábula de Esopo que pidió a la rana que le ayudara a atravesar el río. Cuando le clavó el aguijón que llevaría a ambos a la muerte, el escorpión se disculpó: “Lo siento, no lo pude evitar. Está en mi naturaleza”.  

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