jueves, 3 de octubre de 2013


EL ASESINATO DE LA NIÑA ASUNTA, UNA CUMBRE DEL PERIODISMO

No sé bien si Mario Vargas Llosa tiene mucho o poco apego al periodismo. Él mismo escribe un enjundioso artículo quincenal que rula de España a América y de ahí, traducido, al mundo entero. Muchos de sus artículos son verdaderas joyas de investigación. De su última novela, “El héroe discreto”, se podría decir lo que él de las historias que narra: “No eran obras maestras, estaban más cerca de los culebrones venezolanos, brasileños, colombianos y mexicanos que de Cervantes y Tolstoi, sin duda. Pero no tan lejos de Alejando Dumas, Émile Zola, Dickens o Pérez Galdós”, escribe el Premio Nobel en el último tercio de su novela. Pero lo que sí parece claro es que denuesta del acoso y el agobio del enjambre de reporteros que persiguen la noticia recién conocida o al personaje que la protagoniza. Y así será siempre, sin duda, aunque no es lo peor.


“Toda la jauría periodística querrá ahora entrevistarme… Lo mejor será cortar el teléfono” “…muy pronto la noticia se haría pública y caerían los periodistas como moscas a la casa” “La calle está llena de periodistas. Me cayeron como una mancha cuando llegué y no me dejaban pasar” Todas ellas frases que los famosos, famosillos, celebridades asentadas y celebrities de medio pelo podrían reconocer ante el agobio de micrófonos, grabadoras y cámaras que quizás pudo llegar a su expresión más conmovedora cuando la gran Lola Flores tuvo que gritar a periodistas y admiradores con ocasión de la boda de su hija Lolita: “Si me queréis, irse”.
Pero una cosa es la escenificación de los gajes del oficio, la búsqueda de declaraciones que emite el famoso en cuestión y que, trascendentes o banales, corren por su cuenta y otra muy distinta dinamitar las normas básicas de la deontología periodística. El desprecio por la presunción de inocencia, el aparente olvido de mencionar las fuentes, la narración de los hechos como si de un auto judicial se tratara, termina por dar por sentado que “los padres de Asunta [la niña de origen chino asesinada en Galicia] se confabularon para matar a su hija” como inconcebiblemente tituló el domingo 30 de septiembre pasado el diario ABC, sin ni siquiera un antetítulo que asegurara que así lo decían los policías y dando por hecho la veracidad de los acontecimientos narrados.
El día antes, el prestigioso Informe Semanal de Televisión Española emitía un panfleto a modo de informe periodístico en el que del mismo modo que el diario monárquico se daba por sentada la culpabilidad de los padres sin ningún tipo de paliativo ni restricción mental alguna como fórmula de escape. Móviles económicos luego descartados, insidias sobre si la madre pudo matar también a sus propios padres, aparición en escena de un ciudadano marroquí…
No es cuestión de referirse a la basura de las tertulias, ni a periódicos dispuestos a aceptar cualquier información y la contraria sin tomarse ningún trabajo en confirmar, verificar y contrastar lo que se vuelca en el papel o se difunde por radio y televisión. Hablo de dos soberanos fiascos de unos medios de acreditada solvencia a los que habría que suponerles rigor, mesura, apego a sus propios libros de estilo y respeto por sus seguidores.
Bastaría quizás con que recordaran catastróficos juicios periodísticos paralelos como el caso de Rocío Wanninkhof cuyo asesinato se atribuyó sin ningún género de dudas a Dolores Vázquez, amiga de la familia, hasta que se comprobó su inocencia, lo que no impidió que tuviera que expatriarse y huir de la maledicencia que la considerará sospechosa de por vida.

Y a todo esto, ¿tiene algo que decir la Federación de Asociaciones de la Prensa?

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