LOS EXPERIMENTOS CON GASEOSA, JOVEN
Si a unas elecciones cualquiera les suelen seguir atosigantes análisis y
contraanálisis sobre la razón de que todos se sientan vencedores, en las recientes
elecciones españolas al Parlamento europeo, punto final de una campaña anodina
y al desgaire, los resultados han sido semejantes a una fumigación letal. Los
cinco partidos hegemónicos ─los estatales PP, PSOE, IU y los autonómicos PNV y
CiU─ se han visto afectados de una manera u otra por la eclosión de partidos y
movimientos impensables hace un par de años, impulsados por la ya larguísima
crisis económica y social, la persistencia de una corrupción generalizada sin
culpables, la poda del Estado del bienestar, el insoportable desempleo y por el
fenómeno de las televisiones, que si bien no es nuevo en el juego político, ha
servido de altavoz y diseminador del descontento.
En el PSOE, los recortes y tijeretazos del Gobierno popular se han traducido en una tremenda patada en el trasero de
los socialistas que comenzaron a malquistarse la confianza de sus votantes a
partir de aquel giro copernicano que protagonizó José Luis Rodríguez Zapatero el
14 de julio de 2010 durante el debate del estado de la nación. Las medidas de
austeridad anunciadas y los primeros recortes sociales llevaron al presidente
socialista a asegurar que los acometería “cueste lo que cueste y me cueste lo
que me cueste”. Desde entonces, el socialismo español ha ido dando tumbos, asistiendo
al desperdigamiento de sus filas en movimientos a su derecha (UPyD) pero sobre
todo a su izquierda, y rozando la insignificancia. Efectivamente, le costó,
pero no sólo al presidente sino a todo su partido al que le aguarda una larga
travesía por el desierto.
En el PP, pese a la impostada alegría mostrada por los dirigentes del
Partido Popular por haber resultado vencedores, la pérdida de más de dos
millones y medio de votos, la grave situación del partido en territorios
tradicional y perennemente azules
como Madrid, Valencia y Galicia, y la constatación de que el karma del “España
va bien, estamos recuperándonos y creando empleo, seremos la Alemania del Sur”
no se lo creen ni sus propios creadores obligará al partido en el Gobierno a
una reflexión del calado de la que ha llevado al secretario general del partido
socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, a presentar su dimisión.
El indudable éxito de Izquierda Unida se ha visto sin embargo matizado por
el movimiento Podemos del televisivo politólogo Pablo Iglesias que en no pocos
rincones de España ha desplazado a la izquierda filocomunista a un cuarto e
incluso a un quinto lugar. Era cuestión de tiempo, de arrojo, y de inteligencia
política que alguien recogiera las aspiraciones de aquel indignado movimiento
del 15─M que desplegó sus reclamos y sus ensoñaciones en la Puerta del Sol de
Madrid. Un movimiento juvenil asambleario que se enfrenta ahora a la necesidad
de ceñirse a las normas que rigen en Europa para conservadores, socialistas,
verdes y marginales y cuyo recorrido es todavía difícil de aventurar.
En cuanto a los tradicionales partidos hegemónicos autonómicos, los que
de una manera u otra han permitido la gobernabilidad de España, CiU se ha visto
desbordada por su izquierda, mientras que el PNV ha sido el más votado aunque
seguido muy de cerca por la coalición abertzale EH Bildu.
Con todo, el archipiélago en que se ha convertido la escena política
española de cara a Europa no tiene por qué proyectarse a los próximos comicios
locales y generales. Tengo para mí que la lejanía del concepto de Europa en el
sentimiento de nuestra ciudadanía convierten las elecciones europeas en la
gaseosa electoral (“los experimentos con gaseosa, joven” espetó el filósofo
Eugenio D’Ors a un inexperto camarero) que no tiene por qué trasladarse
obligatoriamente a las próximas elecciones. Siempre, claro está, que los perdedores
extraigan las lecciones impartidas por sus huidos electores y extraigan sus
consecuencias.
Por cierto, lo de España no ha sido lo peor que le ha ocurrido a Europa.
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ResponderEliminarRubalcaba ha permitido que la ilusión que quedaba, en los votantes del PSOE, se apagara a costa de brillar él. Creo que mucha gente de la que queda en sus filas siguen ahí por que son militantes fieles al partido o simplemente les son fieles a una nómina. Orgullo, vanidad... quién sabe, lo que sí está claro es que Rubalcaba no cedió el sillón, en su momento, a gente que sí ilusionaba a sus votantes y ahora ha perdido mucho más que votos, ha perdido la confianza de un pueblo que con orgullo se plantaba frente a la urna con su papeleta de la rosa. Y a todo esto sin hablar de la corrupción y de las causas que tienen abiertas. Claro que no se puede nombrar la palabra corrupción y no pensar en el PP... éste caerá en cien años de "vergüenza y soledad" (acabo de hacer una tirada de Tarot y lo dicen las cartas...) por dos razones: Los militantes y la gente decente que les queda no soportan más la humillación y los escupitajos (metafóricamente hablando) que reciben de los ciudadanos mientras la "casta alta" silencia, niega y encima se regodea en sus meteduras de patas, sí... de patas "paatas":esta gente decente ha tenido la decencia, de no ir a votar "pa las europeas" , a ver si así se capta el mensaje. Por otro lado, el pueblo puso esperanzas en este partido para salir de la crisis y hasta estuvo dispuesto a perder derechos con tal de poder seguir comiendo. Al final quienes comen y se forran... y no de forraje... son los de la "casta". La lectura de estas elecciones la tiene muy clara la gente llana del pueblo y sin necesidad de tanta estadística, palabrería y poses. Qué mas da que dimita Rubalcaba o que los del PP sostengan su propia "Champions" con sus palicos y sus cañicas, la gente del pueblo, tímidamente ha comprobado que tiene "poder", que poder puede y como bien dicen... poder..."Podemos".
ResponderEliminarGracias por tu comentario, pero lamento no estar de acuerdo. Ni me creo la vanidad y el orgullo de Rubalcaba y menos aún el carisma de los "jóvenes líderes" Chacón, Medina y Gómez. En cuanto a Podemos, no sé cuál será su recorrido. Puede afianzarse en solitario; aliarse con IU, en cuyo caso será fagocitado por la coalición, mejor preparada y con aparato implantado en toda España, o terminar siendo un sarpullido de juventud. No lo sé y por tanto, no me arriesgo. Por cierto, sí, el PSOE, un desastre.
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