DI STÉFANO
A mis tiernos años y menguados kilos (49 en canal) trabajaba para el
periódico La Verdad de Murcia como corresponsal en Elche. Mi campo de acción lo
abarcaba todo (noticias del ayuntamiento, el sindicato vertical, los juicios
que permitían; relación de natalicios, bodas y defunciones; entrevistas;
reportajes, e informaciones varias) menos deportes, o sea, fútbol, del que se
encargaba Pepe Agulló, el corresponsal ilicitano permanente. No sé dónde
diablos estaba Pepe ese día, el caso es que me tocó entrevistar a Di Stéfano
que se estrenaba como entrenador con un equipo de primera división. Ni idea
tenía entonces del deporte de masas pese a que en la Pensión María donde me
hospedaba se alojaban otros jugadores, como el simpático Araujo.
Le debió dar pena a la Saeta Rubia mi magra figura, tan delgado y
tembloroso estaba ante su fama y un cierto halo de carácter jodido con la
prensa. El caso es que, sentados frente a frente en el hall del mejor hotel de
la ciudad, se inclinó hacia mí y me confió el gran secreto:
─ Antes de un partido, vos me preguntás por el contrario. Si está por
encima, contestaré que es peligroso por el lugar que representa. Si por debajo,
diré que no hay enemigo fácil y habrá que llevar cuidado. Me pedirás que
destaque a uno contrario y responderé que el peligro es de todos. Y así con
todas las preguntas de antes del encuentro. ¿Entendés?
Asentí yo y sin darme respiro continuó:
─ Después del partido, si hemos ganado diremos que el resultado ha sido
justo; si hemos perdido que hubo lances que nos perjudicaron, algunas
decisiones, ¿viste?, sin decir arbitrales pero dándolo a entender. Y en cuanto
a individualizar el juego nuestro o del contrario, evitar los nombres y decir
que fue una labor de equipo y que sería injusta la mención de un solo jugador.
¿Lo entendió?
Volví a asentir y entonces concluyó:
─ A partir de ahora, si seguís estos consejos, podés escribir las
preguntas y las respuestas sin preguntarme. Al fin y al cabo es lo que hacen
todos…
No hubo caso: Pepe Agulló se reincorporó al trabajo
y nunca más volví a hablar con aquel personaje que hablaba de vos, ponía los
acentos al final de los verbos y se estaba creando a pulso una fama de mala
uva, no sé si impostada.
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