lunes, 9 de febrero de 2015


CONSPIRACIONES Y OTROS DIVERTIMENTOS

Lo inquietante de la obsesión conspiranoica es que una vez bien elaborada la teoría y bien armada, tiene tantos visos de certeza como la realidad misma, incluso más, por mucho que se aleje de la veracidad de los hechos que reescribe. Para un número no menor de los estadounidenses el hombre nunca llegó a la Luna.
Realmente el pretendido alunizaje lo dirigió Stanley Kubrick en un estudio de cine cerca de la NASA. Para otros, el trío que se dirigió a la Luna no fue el primero en llegar: colonias de extraterrestres se esparcían por el suelo lunar y construcciones abandonadas daban fe de la llegada de otras civilizaciones. ¿Las pirámides de Egipto? ¿Pero alguien alberga aún alguna duda de que fueron obra de una civilización de más allá de la constelación de Orión. Igual que los mayas y su inhumana (por no parecerse a ninguna otra organización coetánea) civilización. ¿Paul Mcartney? Pero, hombre de Dios, el verdadero murió asesinado en 1966 a causa de un malentendido con el MI5 británico, ¿o no lo sabía? ¿Elvis Presley?  Anoche estuve cenando con él, no joda.

     Y lo de la embajada israelí en Buenos Aires y su conversión en escombros primero y luego en plazoleta, si quiere se lo explico. Todo tiene que ver con un presidente siriolibanés argentino, Carlos Menem, el de la Ferrari Testarossa, que incumplió un pacto con el anterior presidente sirio Hafez el Asad, y con el traficante de armas arraigado en Marbella, el sirio de Yabrud, Monzer al Kassar. El incumplimiento del pacto ocasionó el atentado contra la embajada de Israel, donde murieron cerca de una treintena de personas, y la muerte en extrañísimo accidente de helicóptero del único hijo varón de Menem, Carlitos, en 1995. ¿Claro como el agua, vio?
      ¿Y lo de Kennedy? Bueno, bueno. Eso es para mear y no echar gota. ¿Pero todavía alguien cree que fue Oswald el asesino?
     ¿Y lo de los trenes madrileños del 11-M y sus 200 muertos y un millar de heridos? Nada, nada, la reivindicación de Al Qaeda falsa de toda falsedad. No fue un acto de terrorismo yihadista, y tampoco -¡pobre Aznar, pobre Rajoy!- una desesperada brutalidad de ETA de las muchas que ha venido perpetrando en su deleznable paso por la  historia de la infamia; ni tampoco una añagaza del sibilino Alfredo Pérez Rubalcaba, quien negó siempre que hubiera iniciado los SMS convocando a congregarse ante la sede del PP (luego vino, hace nada, Pablo Iglesias, a decir que fueron él y los suyos los generadores de la indignación popular. Qué tíos)
     Lo de los trenes fue una venganza de los servicios secretos franceses y marroquíes, con Jacques Chirac y Mohamed VI de impulsores, por la machada aznarista del islote Perejil, menos de dos años antes. Sin ninguna duda. Aparece escrito en un libro francés de 2006, Quand le Maroc sera islamiste, escrito por los periodistas Catherine Graciet y Nicolas Beau, y nadie lo ha desmentido, así que usted dirá. Y ahora mismo se acaba de publicar sólo en árabe  “Marruecos-España vecindad cautelosa” del periodista marroquí Nibal Driouch que viene a incidir en la misma teoría: la insufrible relación entre la prepotencia de José María Aznar y la desconfiada soberbia del Rey moro. ¿A que eso explicaría mejor, por un quítame allá un islote, el mayor atentado terrorista de origen islamista perpetrado en Europa, seguido de la mayor inmolación suicida de un colectivo musulmán en Occidente?
     Es que todo casa. ¿Y lo de Al Qaeda? No haga caso, maniobras de distracción. ¿Y la contumaz conspiranoia del diario español “El Mundo”? ¡Ah, querido amigo, esa ya es otra historia!

 

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